Rubor


Bajó la mirada y sintió cómo el rubor ascendía hacia sus mejillas. 
Temía que lo advirtieran y descubrieran que aquel sonrojo se debía a su presencia.
Sentados a la mesa, todos disfrutaban de una copiosa comida. Hablaban y reían sin percatarse de aquella maravillosa sensación de bienestar y acaloramiento que la acompañaba.
Sólo él conocía el motivo de aquel estado.
Sólo él era cómplice de su secreto.
Pues sólo él era capaz de producirlo.
Y ella, sabedora, decidió dejarse llevar y cerrando los ojos, acercó sus labios y se dejó deleitar con el sabor de aquella copa de brandy.

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