El reencuentro (Relato erótico, no recomendado para menores)



Nadie puede predecir el futuro y mucho menos prepararse con antelación para la sorpresa más inesperada del mundo. Eso le pasó a Raúl que tras volver de una repartida con el camión, decidió pasar por uno de esos clubes de carretera, aislados y privados que se pueden encontrar por los límites de las ciudades.
Bajó del camión y entró en el prostíbulo. Pero cuál fue su sorpresa, que al entrar le atendió la madame más bonita del mundo. Y no sólo eso, sino que además se trataba de Vivian, la última novia que tuvo años atrás y con quien había tenido el mejor sexo que podía recordar. Esta que lo reconoció enseguida le sonrió pícaramente y en vez de presentarle a alguna de sus chicas, como habría sido natural, le agarró de la camisa y lo llevó a una de las habitaciones. Raúl pensaba que estaba soñando, no podía creer que aquello pudiera ocurrirle a él.

— ¿No quieres echarte un rato? —dijo Vivian a la vez que se sentaba en la cama.

En la época en la que Vivian y él estuvieron juntos, sucedieron varios capítulos sensuales y sexuales entre ellos, pero ninguno como el que estaba viviendo en aquel momento.

Se sentó junto a ella, deseaba abrazarla, besarla y acariciar su cuerpo pero llevaba tanto tiempo sin estar con una mujer que se sentía torpe.

Vivian no recordaba a un Raúl tan tímido y aquello le excitó aún más, se incorporó poniéndose de rodillas y se sentó sobre las piernas de él mientras acariciaba su pecho por encima de la camiseta, podía notar sus músculos a través de ella, la agarró con cuidado y despacio la fue subiendo hasta quitársela. Vivian había alzado su cuerpo y ese movimiento fue aprovechado por Raúl que la agarró con suavidad por la cintura y la atrajo hacia él, besándole su vientre.

Ella no pudo evitar dejar escapar un suspiro, mientras acariciaba el pelo de su amante.

Su boca subía con cada beso hasta pararse en la zona de los senos, su lengua, comenzó a jugar siguiendo el filo del sujetador mientras, sus diestras manos, desabrochaban la prenda dejando al aire sus encantos. Sus pezones estaban duros como rocas, pequeños botones tensos esperando el roce y el calor de aquel músculo que jugaba con ellos.

Sentada sobre su regazo, podía sentir como su pene le rozaba la entrepierna, duro y firme como el mástil de un barco, intentando salir de aquella trampa de tela azul, que le impedía conseguir su objetivo. Vivian empujó el pecho depilado y musculoso de su amante, obligándolo a tenderse en la cama y con sugerentes movimientos se acercó, como si de un gato mimoso se tratara, hacia sus labios. Se besaron y al sentir el calor de su boca, Raúl no pudo reprimir soltar un gemido de placer; placer que le recorrió todo su cuerpo.

Vivian continuó bajando por su barbilla, besándole cada centímetro de su cuello, su pecho y su vientre hasta llegar a la base de su pene.  Lo agarró con firmeza, y con movimientos rítmicos lo acariciaba, mientras su boca subía buscando el contacto de sus labios.

La pasión era irrefrenable, se sentían morir de deseo, algo dentro de ellos los atraía de forma inevitable. Raúl despojó a Vivian de la única prenda que le quedaba, arrancó las bragas dejándose llevar por el frenesí y tumbándola en la cama comenzó a acariciarle el pelo mientras su lengua recorría su cuello y jugueteaba con el lóbulo de la oreja. Comenzó a bajar la mano buscando su pecho firme hasta encontrarlo y pellizcando con suavidad aquel botón duro. Quería penetrarla, sentirla, la deseaba por todos los poros de su piel, pero necesitaba oírla gemir de placer. Bajó poco a poco su boca, acariciándola con sus labios hasta llegar a su otro seno, que lo esperaba refulgente, para succionarlo y perderse en su sabor. Vivian soltó un gemido de placer al sentir aquella boca caliente sobre su pecho mientras la mano comenzaba a bajar buscando los rincones más recónditos de su cuerpo. La respiración de Vivian entrecortada sugería a Raúl su impaciencia por ser llenada de su ser, pero aún no había acabado con ella. Comenzó a besar sus pechos, bajando despacio por su blanco y suave vientre mientras sus manos recorrían sus contornos sintiendo cada curva bajo sus dedos; su boca llegó a la zona prohibida, a la cueva de los deseos, y su lengua comenzó a acariciar aquellos pliegues rosados y húmedos buscando el pequeño nódulo que se escondía entre ellos. Vivian se arqueó al sentir la boca de su amante entre sus piernas y un espasmo de placer le recorrió todo su cuerpo mientras Raúl introducía sus dedos en lo más profundo y recóndito de sus deseos y sentía los músculos de sus paredes bombear de placer. Los gemidos de ella se hicieron cada vez más fuertes mientras una explosión de placer le recorría todo su cuerpo. Raúl se incorporó complacido mientras ella buscaba su miembro y le ayudaba a introducirlo en su interior. Con movimiento lento, introdujo su pene empujando con suavidad hasta sentirse inundado de su calor y humedad. Vivian se abrazó a él dejándose llevar por aquel ritmo acompasado que la llenaba de placer mientras nuevos espasmos la envolvían. Raúl sintió la llegada del clímax de su pareja y se dejó  sucumbir en una explosión de éxtasis mientras sus bocas se besaban y sus cuerpos temblaban de gozo.


Vivian se durmió con placidez mientras él la miraba con aquellos ojos azules llenos de deseo. Había muchas cosas que deseaba decirle, pero en vez de ello, dejó el dinero sobre la mesita de noche y volvió junto a su familia.

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